
LA BELLEZA VA POR DENTR0
A los 12 años empecé a verme “gordita”. Me comparaba con el resto de mis amigas y me sentía diferente. Miraba novelas y desfiles y comencé a creer que para ser linda tenía que ser ¡súper flaca! Hable con mi mamá un día y le dije que quería ser como las chicas de la tele. ¡Quería ponerme a dieta ya! Mi mamá se asustó porque yo era muy chica para pensar en esas cosas, entonces me llevó a una psicóloga y al tiempo dejé de pensar así. Pero cuando pasé a segundo año del secundario otra vez me enojé con mi cuerpo. Me había enamorado de un chico que iba a cuarto año y él ni siquiera sabía de mi existencia, así que asumí que era porque estaba gorda. Esta vez no le dije nada a mi mamá y empecé a tomar laxantes y a comer poco. Mucho tiempo después noté que estaba más flaca, pero de todas maneras no estaba contenta. A partir de ahí todo empeoró. Ya casi no comía y lo poco que comía lo vomitaba; seguí con laxantes y me miraba al espejo constantemente. Llevaba a todos lados un centímetro para medirme los kilos de más. Hasta que un día desperté muy mareada, fui al colegio y todas mis amigas se asombraron al verme. Me dijeron que ya estaba muy flaca, con muchas ojeras y muy pálida. Me preguntaron si me pasaba algo y les mentí diciendo que estaba enferma y que no me sentía bien. Cuando volví a mi casa lo primero que hice fue mirarme al espejo y por primera vez vi la realidad. Observé en detalle todo mi cuerpo y comprendí el daño que me estaba haciendo. En ese momento decidí cambiar, le conté a mi mamá y le pedí que no me llevara a un psicólogo, que yo quería intentarlo de otra manera. De a poco empecé a cambiar mis malos hábitos; estaba decidida a quererme y aceptarme como soy. Hoy me siento muy bien, acepto mi cuerpo como es y aprendí que la verdadera belleza no es la que vemos en la tele, sino la que cada una lleva dentro. ¡Quiénes y cómo somos es lo único que importa!
Laura confundió ficción con realidad y puso en riesgo su salud. Lee su historia y descubrí vos también donde se encuentra la verdadera belleza.
¡Disfrutemos la vida real!
Debemos descubrir la belleza que tenemos por dentro. Gracias a esto muchas chicas nos dimos cuenta de que no vale la pena ponernos mal y caer en enfermedades como la bulimia y anorexia por creer en cuerpos irreales que nos muestran las revistas. Lo que en verdad importa es que nos veamos bien por dentro. En la vida real, a la hora de hacer amigos, de compartir tiempo con nuestra familia y de tener un novio que nos quiera de verdad, lo único que vale es ¡cómo somos! Además es lindo darse gustos cada tanto. ¡A la vida hay que disfrutarla!
Rodéate de gente positiva que te admire por tu personalidad, bondad, coraje y confianza en vos misma, ¡esa es la verdadera belleza!
ME ESTABA HACIENDO DAÑO
Un día Rocío dijo basta y decidió cambiar la mirada sobre sí misma. Anímate vos también a cambiar la tuya por una más positiva.
“Me acuerdo que un día salí de compras con mi mamá en un local me miré al espejo y me sentí horrible. Ese mismo día decidí cambiar. Suspendí el pan y las gaseosas y empecé a ir a trotar. Después de unas semanas me di cuenta de que eso no era suficiente para bajar de peso y decidí evitar la merienda y la cena. La verdad es que me moría de hambre pero igual me la bancaba. Me decía a mí misma que si comía nunca iba a poder comprarme nada y así me obligaba a no probar bocado. Además empecé a fumar; y como noté que el cigarrillo me calmaba el hambre y controlaba la ansiedad, o al menos eso creía yo, cada vez fumaba más y comía menos. ¡Mi cuerpo se volvió una obsesión! A esas alturas dejé de almorzar ¡solo desayunaba! En unas semanas logré perder 6 kilos y así seguí. Con el correr de los días los jeans se me caían, sentía mareos y vivía con dolor de cabeza. Hasta que un día se me nubló la vista en clase de educación física, me caí y me torcí el tobillo. El médico me tuvo que enyesar y al día siguiente tuve que ir al colegio con yeso y muletas, ¡me sentía tan débil! En ese momento me cayó la ficha y entendí que esa caída me estaba advirtiendo que algo no andaba bien. ¡Le estaba haciendo demasiado daño a mi cuerpo! Hoy reconozco que aún no soy una chica súper segura, pero cada día me esfuerzo más por lograrlo. Sé que puedo y que con voluntad, la mirada sobre mi misma puede cambiar.”

¡No debes tener un cuerpo perfecto, sino saludable!
CUÁNTO TIEMPO PERDIDO
Hasta mis 8 años recuerdo una infancia dentro de todo normal no tenía problemas en el colegio, era buena alumna, tenía amigos, nada me faltaba a pesar de que mamá había fallecido hacía 3 años y papá ya no vivía más conmigo. Sino que estaba con mis abuelos que me llenaban de afecto.
Era feliz pero un día todo cambió, no se bien porqué decidí saltear el almuerzo de comedor y sólo comer una “Tita”. Ahí comenzó el infierno, mi carácter se transformó, de ser alegre, llena de vida, me volví histérica, gritona, hacía escándalo por todo, especialmente a la hora de comer. Escondía las galletitas del desayuno en el cajón de cubiertos de plata de mi abuela, la volvía loca a la hora de cenar para que me sirviera menos, detestaba mis piernas y la balanza era mi obsesión. Temía no tener novio y quedarme sola de por vida. Cuando cumplí 9 años había perdido muchísimo peso, desesperadamente mi papá me llevó a distintos doctores y psicólogos y nadie sabía lo que me pasaba.
Por suerte, a fin de año una psicóloga me diagnosticó anorexia y gracias a ella comencé a recuperarme y creí que nunca más la enfermedad volvería a invadirme, cuanto me equivoqué… A mis 15 años volví a caer en lo mismo.
A diferencia de antes era consciente de lo que me pasaba pero no lo podía manejar, la obsesión por ser flaca era más fuerte. Mi vida estaba basada en contar calorías, tirar la comida en los recreos, solo comer en público cuando no tenía otra opción, en ocultar mi cuerpo bajo ropa bien holgada y engañar a los médicos cada vez que me pesaban escondiendo pesas dentro de mi ropa interior. Mi vida se había llenado de ritos y obsesiones de todo tipo que guiaban mis acciones. Tenía pánico al descontrol, hasta que un día volviendo de una fiesta encuentro a mi tía abuela en casa sufriendo un paro cardíaco. Luego de llevarla al hospital y de morir a las pocas horas, sentí unos deseos descontrolados por comer la torta que estaba guardada en la heladera y así fue como comencé a comer compulsivamente, y cuando me quise dar cuenta estaba vomitándola.
Al día siguiente mi único objetivo era compensar todo lo que había comido el día anterior y así sin darme cuenta conocí a la otra cara del infierno “la bulimia” entrando en un círculo vicioso de “restricción-atracón-vómito”. Transformando mi vida en un gran caos, todo lo que creía poder controlar y manejar se desbordó.
Aparejado con mis conductas irracionales con la comida comenzaron mis conductas impulsivas de todo tipo, mis deseos de vivir al filo, al límite, mi necesidad de asumir riesgos sin medir las consecuencias, mis altibajos emocionales.
Mi vida comenzó así a ser regida por la mentira, la manipulación, los sentimientos de vacío desmedidos, la falsa seguridad depositada en el cuerpo…
Me acuerdo cuando trabajaba, mi jefa me tenía que dar el sueldo por día porque si cobraba mucho dinero junto lo gastaba todo de golpe… o la vez que me escondí en mi saco un dulce de leche del supermercado de la esquina de la desesperación por comer y no tener plata en el bolsillo… o cuando en 5to año ya no teniendo faltas seguía faltando a causa de haberme atraconado o porque me rateaba junto a mi novio de aquella época quedándome así ´libre” … o cuando le desvalijaba la heladera a mi abuela y le gastaba toda su plata para darme atracones… o cuando salía sola de noche alrededor de las 3 o 4 de la mañana en pleno ataque de ansiedad buscando algún quiosco o autoservicio… o la vez que me quise escapar de casa de mi papá saltando unas rejas altísimas y empecé a correr sin saber hacia donde y sin un peso en el bolsillo… o cuando me quise escapar del tratamiento y me tomé un taxi sin saber que hacer…
Cuánto tiempo perdido, cuántos años de mi vida desperdiciados por un objetivo sin sentido… y de a poco fui ganándome la desconfianza de todo el mundo, la mentira y la deshonestidad eran palabras que me caracterizaban y cada vez más alejaba a mi familia, mis amigos, mi novio. Perdí así también mi trabajo y en mis estudios me atrasé muchísimo.
Mis cambios de ánimo tampoco los podía controlar, pasaba de ser la más simpática y divina en una reunión social a la persona más depresiva del mundo y de nuevo las personas que más pagaban el precio de estar al lado mío eran quienes más me querían, quienes no tenían porqué soportarme así.
Hoy por hoy, lejos me animo a decir que me siento curada, creo que es un gran camino por recorrer y que es un desafío y una decisión que debo encarar cada día siendo consciente de que yo soy la única que puede manejar mis impulsos, mis cambios de ánimo y que si bien no soy la culpable de que todavía aparezcan, si soy la persona responsable de saber manejarlos. Existen otros valores y otros objetivos en la vida más que ser flaca, existe un mundo real que si bien es duro a veces, es muchísimo más bello que vivir una vida encerrada en uno mismo.
Esta es una de las tantas cosas que aprendí y me enseñaron a ver en ALUBA, donde sin el apoyo de todo mi grupo, del equipo terapéutico y también de mi familia y amigos creo que nunca hubiese salido adelante dado que fueron fundamentales en el tratamiento ya que nunca dejaron de estar a mi lado y siempre estuvieron de modo incondicional devolviéndome de a poco la fe en mi misma y brindándome confianza cuando ya nadie apostaba ni un peso por mi, ni siquiera yo misma.

No te castigues más. ¡Empezá a disfrutar sin culpas ni remordimientos y dejá en el pasado los desórdenes alimenticios! ¡El mundo no gira alrededor del talle de una remera o un pantalón! Cuando los sentimientos negativos invadan tu mente, pregúntate por que sos tan importante para tus amigos y vas a descubrir que lo que valoran de vos ¡no está relacionado con tu peso y mucho menos con el talle que usás!